Mi alma
es un cubo
de hielo,
camino
por la calle
San Martin
y no te encuentro.
El viento
me acaricia
con tus manos
lejanas.
En la esquina
una señora
me ofrece
humas,
mientras
en el diario
consejales
llenan de palabras
como pastores
sin hogar.
Un perro
solitario me sigue,
pienso en el mar.
Busco la ola
desde mi balcon.
Sólo veo
luciernagas
que iluminan
mis ojos,
ya en tu cuerpo
ceñido.
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