Una paloma
se baña
en una posa
haciendo aureolas
que llegan a mis zapatos
como olas pequeñas de mar.
El tiempo
no me interrumpe,
dejé pasar
algunas promesas.
Ya en Santiago,
brillan
mis ojos
con el atardecer
de todas las costas
chilenas.
Y si no eres tú,
la que me abraces
en estos días
solitarios,
yo leo el diario
y me quedo dormido,
pensando...
que cada hoja son tus labios.